Frases para ciudadanos:

"Todos hemos nacido iguales, y los derechos de cada individuo disminuyen cuando los derechos de uno solo se ven amenazados". (J.F. Kennedy).

"Nada hay más poderoso en el mundo que una idea a la que le ha llegado su tiempo". (Victor Hugo)

jueves, 18 de febrero de 2010

Iñaki Ezkerra: ¿Por qué es tan difícil el pacto?

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Hay una razón que hace prácticamente imposible el tan traído y llevado pacto entre los dos grandes partidos nacionales y que no se está sacando a relucir en el debate público de estos días, como si fuera una incorrección política el simple hecho de mentarla y como si no fuera la razón principal, previa y flotante en todo el pleno parlamentario de ayer. Esa razón, tan innombrable como obvia, es que Zapatero ha hecho una cultura del «anti-pacto» con el PP, del conflicto con el PP, del aislamiento total al PP. La misma táctica improvisada a última hora de reunirse con Duran i Lleida para que no le dejara solo en el Congreso quería ser un «revival» light y nostálgico del famoso «cordón sanitario» al que se sumó Artur Mas en octubre del 2006 firmando ante notario que no pactaría con el PP tras las elecciones, lo que no era más que una ratificación en diferido del Pacto del Tinell de diciembre del 2003. Lo que un Zapatero desgastado y aislado trató ayer de escenificar, usando a Duran i Lleida como inverosímil coartada, es el viejo jueguecito de que «con otros se puede pactar porque tienen talante, pero no con Rajoy».

Hay muchos argumentos, por supuesto, que hacen inviable ese pacto, como la lista de incumplimientos que enumeró oportunamente el líder de la oposición, como esa reforma laboral que Zapatero no puede asumir por motivos ideológicos o como esa reducción eficaz del gasto público de la que es incapaz. Pero hay un argumento que es anterior a todos ellos y es el de que estamos ante un señor que llegó al poder planteando como programa la eliminación política y civil del partido saliente. Se puede decir sin exagerar que antes que cualquier objetivo social estaba ese objetivo y que incluso los mismos objetivos sociales debían ponerse al servicio de ese principal. Por esa razón el zapaterismo nunca ha buscado el consenso, sino la provocación consistente en llevar unas reivindicaciones cabales que suscribiríamos todos los españoles a un límite que suscitara el rechazo del sector más conservador de éstos o muchas veces del más cabal de tal modo que pudiera presentar ante sus votantes a la oposición como ultraderechista negadora de la mayor y enmendante a la totalidad de esas reivindicaciones. Que para muchos ciudadanos el Ministerio de Bibiana sea una broma sangrante en la España de los cuatro millones y medio de parados no quiere decir que no deseemos la «Igualdad». Precisamente porque la deseamos nos parece esa institución un doloroso sarcasmo.

Lo que impide el pacto no es la ideología izquierdista de Zapatero, sino la «cultureta» antiderechista que ha creado. No es una cuestión de talantes dialogantes ni de buenas voluntades, sino «ontológica». Lo que para ese pacto se le pide al PP es un ejercicio masoquista de autonegación. Es precisamente ésta la causa por la que no resulta trasladable al panorama nacional el pacto vasco, que a menudo se invoca como ejemplo. En Euskadi el propio PSE de Patxi López ha trabajado a su manera en la consolidación de una cultura política de rechazo al PNV, que le obliga ahora a ser consecuente con su electorado. Pero desde el PSOE de Zapatero contra lo que se ha trabajado es contra el PP, de tal modo que su electorado no ve en el pacto con Rajoy lo que ven los socialistas vascos en el pacto con Basagoiti. Ven lo que éstos verían en el pacto con Ibarretxe. ¿Puede hoy cambiarse eso?

1 comentario:

Anónimo dijo...

déjese vulgarizar si eso és lo que les pone