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Pompeya y su ceniza y el televisor colmado de imágenes sucesivas que parpadean al compás de tu respiración contorsionada. Tus párpados crepitan y la luz corrompe tu iris y tu sonrisa se asoma entre la esperanza que despierta. Porque no estás sola, porque a tu lado dormita el viento y tus manos se cruzan y la pantalla dibuja en la noche el misterio de la intimidad. Estás convencida de que el balcón no se mece. Porque eres tú quien lo recorre con tus brazos entre arrumacos y caricias.
Hemos cruzado un muro. Un muro derribado hace ya tiempo. Y la vergüenza humana ha despertado en tu salón. Obcecados en recordarnos las delicias de aquella liberación, los medios nos acunan como a niños y entremezclan emociones con mentiras. ¡¿Cómo es posible que celebre la caída del muro de Berlín el Partido Comunista?! Resulta tan contradictorio como ver a una panda de nazis haciendo una fiesta para conmemorar el desembarco de Normandía.
En estos días tan miserables, tras este lapsus nocturno de amor, he cerrado los ojos, convencido de que podré recapacitar una vez más. La España de los muros no está para homenajes. La libertad se encuentra colapsada de manos de un sistema autonómico que se ha convertido en un atolladero para la libertad de los españoles. Ya lo dice el sentido común, como lo indica también DENAES, la nación sólo la hacen los ciudadanos a través de su historia compartida durante sucesivas generaciones.
Tras el acaecimiento de la democracia en nuestro país, el socialismo ha habilitado la partidocracia como medio de control de las masas. El engaño resulta hoy tan atroz, que la gente confunde libertad con servidumbre. La madurez de la sociedad española debe salir a la luz. No concibo una nación dejada de la mano de Dios, en manos de unos jóvenes iletrados y sumisos, capaces de celebrar la caída del muro con los mismos verdugos.
Es por ello que quiero reclamar a través de estas líneas el resurgimiento de las generaciones pasadas, las supervivientes, las que fueron testigo de excepción de tantos hechos trascendentales en nuestra Historia. Hay que mover el maldito guindo para que los cascabeles deslicen la mediocridad y se refresque el aire. Los ventiladores de la dignidad llaman a las puertas de mis compatriotas.
Déjenlo claro a sus hijos y a sus nietos. La extrema izquierda y la extrema derecha son lo mismo. El comunismo y el nazismo son lo mismo. El socialismo jamás nos brindará la oportunidad de ser una sociedad libre. Porque nunca lo ha hecho. Nunca. Siempre se aprovechó de las desgracias comunes para tomar el vuelo y sobrevivir a costa de los que falsamente representaba. Dense cuenta, dense cuenta.
No podemos confundir solidaridad con obligatoriedad. No debemos caer en la tentación de imponer el laicismo como tampoco se impone la profesión religiosa. No es lo mismo, que no es igual, la Revolución Francesa o la Declaración de Independencia de los EEUU, que la Revolución Rusa o la Revolución Cubana, no señores, no es lo mismo.
Arranquemos de las paredes los falsos iconos. Lancemos por la ventana la imagen de aquel Ché. Ernesto Ché Guevara es el mismo muro de Berlín, como la supervivencia de Castro supone una espina infectada en el espíritu de todo demócrata que se tercie.
Los pueblos no existen como tal, queridos míos. Son y sólo son las personas. Las naciones las hacemos nosotros porque compartimos una misma cultura y lengua común. Por ello España es España aunque sus diecisiete muros estén, paradójicamente, aún por derribar en este triste aniversario.
Rugen los motores de las piernas cansadas que transitan por las playas. El mal de corazón nos obliga a caminar. ¿Has caído en la trampa? Tu alma liberal crepita, porque sabes bien que sin ella serías un infartado más. Recupera y escucha. Mi generación debe heredar dignidad. Y la dignidad de mi pueblo está en juego cuando consentimos que nos dividan mientras limitan nuestros derechos. Los partidos y sus malditos cómplices han reventado la fiesta. Un solo hombre libre vale más que todo esto.
Sí, aquellos escombros de Berlín simbolizan la libertad. Pero con ellos hemos creado nuevas murallas y, lo que es peor, hemos dejado de luchar, nos hemos conformado. Huele a mar, la humedad de la noche nos acorrala. Ameniza, ameniza la regeneración. Mi querido e incipiente liberal, nunca es tarde para reflexionar. “God bless América, vive La France”. Españoles, ha llegado nuestra hora. Esta vez, sí. Empecemos pues por reconocer la verdad. ¿A qué lado del muro están posicionando nuestra patria? En España no hay una verdadera democracia.
Paco Bono
Editor de Somoslibres.es - El blog de DEMOCRACIAtotal
Colaborador en http://www.espana-liberal.com
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