El gran argumento que hoy puede quitarle votos al PSOE es el despilfarro, así como el gran argumento que se los quitó en el 96 fue la corrupción. Si nuestro defecto nacional es la envidia, nada hay que jorobe más a un envidioso que el otro viva bien, y más que utilice el poder para vivir mejor. Eso el envidioso no lo perdona. Eso es que le saca de las casillas: el coche de Touriño, el despacho de Bermejo, el chalé «ministerial» de la familia Narbona, el jardín zen de Bibiana.
Al español medio del 96 le importaba un huevo el GAL como al de hoy le da igual la resurrección de ETA o que cuatro desgraciados tengamos que andar con escolta en el País Vasco; que exista discriminación lingüística o que el Gobierno no sepa qué hacer con la crisis. Tampoco este último argumento es definitivo porque el sentimiento de la envidia es muy primario e irracional. No se basa en el afán de que la crisis se solucione, sino en el de que afecte a los demás. No es deseo de que todos vivamos bien sino de que viva mal el paisano. Por eso Pepiño hacía tanta demagogia con los «barrios ricos» en las generales. Por eso hay que mostrar la verdad del cambio socialista. Carmen Calvo creía que «el dinero público no es de nadie». Éstos creen que es suyo.
Publicado en LA RAZON.
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