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Nuestro amigo Iñaki Ezkerra nos demuestra en su último artículo de La Razón que bien podría trabajar como asesor gubernamental, especializado en Selección de Personal, labor que bien agradecería ZP, pues le evitaría incurrir en graves errores al repartir las carteras ministeriales.
Con su perspicacia habitual, y su hábil pluma, hace un certero diagnóstico de las habilidades del ministro Bermejo, lo que le permite concluir cuál sería su ubicación ideal.
¡Bermejo a Economía!
Ya sé que es difícil, pero no me amilanan los retos. Pienso defender al ministro Bermejo. Basta que todo el mundo esté ahora contra él, incluso en su propio partido, para que uno se sienta más que nunca en el deber de hacer justicia. Justicia con el ministro de Justicia y valga la redundancia. Yo creo que un tipo que es capaz de negociar una cacería que puede costar los 6.000 euros al precio de ganga de la sexta parte y no para él solito sino para toda la pandi de la Audiencia Nacional -el juez, la fiscal, el comisario general de la Policía Judicial…- merece una segunda oportunidad en el Ministerio de Economía y más en una época de recesión como ésta. A lo tonto, a lo tonto, hemos dado con el hombre que buscábamos para sacar a España de la crisis. Bermejo sólo tiene que aplicar al mundo de las finanzas la misma fórmula que ha empleado con el de los ciervos y los jabalíes. Se está hablando mucho de lo que gana un ministro para poder permitirse ese tipo de aficiones los fines de semana, pero faltan otras preguntas: ¿Cuánto ganan un juez y una fiscal y un comisario?
Bermejo es un incomprendido. Lo que él quiere es socializar el monte. La caza es la gran socialización que Zapatero tiene pendiente. Hasta ahora los únicos que se podían dar el lujo de tirarse al monte eran los marqueses y los nacionalistas, o sea Ibarretxe y los Grandes de España paradójicamente. ¿No sería bonito un país en el que todos -los electricistas, los cámaras, las maquilladoras, los de los focos, los periodistas, los jefes de negociado…- acabáramos corriendo por los montes tras los gamos y los muflones? Pues Bermejo es el hombre que puede conseguirlo. Con él podemos pasar del “café para todos” al “monte para todos”. Un hombre que tiene esos sueños y que demuestra esas habilidades ahorrativas no merece esas críticas. De acuerdo, de ministro de Justicia no pinta nada porque no se sabe ni el reglamento. Ese “probablemente inoportuno” le delata. El problema, el punto débil no reside en el adjetivo eufemístico sino en el adverbio dubitativo. Las leyes y las normas no prohíben “probablemente”, ni “quizá” ni “acaso” sino que prohíben a secas y él debería saberlo.
La caída de Solbes está ya está cantada. Últimamente ha sustituido los manguitos y el lapicero de las cuentas por la bola de cristal y el turbante. Solbes ha prestado un servicio impagable haciendo de echadora de cartas y todos se lo agradecemos mucho, pero debe dar paso a la juventud. La juventud es Bermejo y el suegro de Vera, aquel ferretero prodigioso que, con siete millones de pesetas anuales que decía ganar, se había comprado una finca de más de doscientos. Ese también sería un buen fichaje para el Ministerio de Economía y para el milagro de los panes y los peces que urgentemente necesitamos.
Sí. Bermejo es simplemente un desubicado y lo que hay que hacer es recolocarlo. Otros ministerios en los que también desempeñaría una buena labor serían el de Medio Ambiente, dada su interpretación ecológica del “descaste” que sigue a las cacerías, o el de Trabajo, dado su don para conciliar en un festejo montaraz a toda la judicatura en un momento en el que hay huelga de jueces. Y es que allí estaban todos felices: el juez, la fiscal, el comisario… En esa cacería sólo faltaba el reo. Sólo faltaba Artapalo con una escopeta en mano y demostrando buen rollito.
Bermejo es un incomprendido. Lo que él quiere es socializar el monte. La caza es la gran socialización que Zapatero tiene pendiente. Hasta ahora los únicos que se podían dar el lujo de tirarse al monte eran los marqueses y los nacionalistas, o sea Ibarretxe y los Grandes de España paradójicamente. ¿No sería bonito un país en el que todos -los electricistas, los cámaras, las maquilladoras, los de los focos, los periodistas, los jefes de negociado…- acabáramos corriendo por los montes tras los gamos y los muflones? Pues Bermejo es el hombre que puede conseguirlo. Con él podemos pasar del “café para todos” al “monte para todos”. Un hombre que tiene esos sueños y que demuestra esas habilidades ahorrativas no merece esas críticas. De acuerdo, de ministro de Justicia no pinta nada porque no se sabe ni el reglamento. Ese “probablemente inoportuno” le delata. El problema, el punto débil no reside en el adjetivo eufemístico sino en el adverbio dubitativo. Las leyes y las normas no prohíben “probablemente”, ni “quizá” ni “acaso” sino que prohíben a secas y él debería saberlo.
La caída de Solbes está ya está cantada. Últimamente ha sustituido los manguitos y el lapicero de las cuentas por la bola de cristal y el turbante. Solbes ha prestado un servicio impagable haciendo de echadora de cartas y todos se lo agradecemos mucho, pero debe dar paso a la juventud. La juventud es Bermejo y el suegro de Vera, aquel ferretero prodigioso que, con siete millones de pesetas anuales que decía ganar, se había comprado una finca de más de doscientos. Ese también sería un buen fichaje para el Ministerio de Economía y para el milagro de los panes y los peces que urgentemente necesitamos.
Sí. Bermejo es simplemente un desubicado y lo que hay que hacer es recolocarlo. Otros ministerios en los que también desempeñaría una buena labor serían el de Medio Ambiente, dada su interpretación ecológica del “descaste” que sigue a las cacerías, o el de Trabajo, dado su don para conciliar en un festejo montaraz a toda la judicatura en un momento en el que hay huelga de jueces. Y es que allí estaban todos felices: el juez, la fiscal, el comisario… En esa cacería sólo faltaba el reo. Sólo faltaba Artapalo con una escopeta en mano y demostrando buen rollito.
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