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Todos recordamos de la infancia el cuento del pastorcillo mentiroso que, de tanto gritar a sus convecinos 'que viene el lobo', acabó agotando el crédito de la solidaridad y cuando el lobo realmente apareció nadie se presentó para salvar sus ovejas. Me suelo acordar de ese entrañable cuento de la niñez cada vez que alguien afirma que el Gobierno está negociando con ETA. Precisamente por lo seria que es esa cuestión no me he permitido nunca con ella ninguna frivolidad. Y es que la frivolidad no sólo consiste en el optimismo irresponsable cuando hay motivos para lo contrario sino también en el alarmismo infundado. Sería esta última una frivolidad tanto o más peligrosa en tanto que se disfraza de responsabilidad y presenta como frívolos a quienes no incurren en ella. O sea que hay también lo que podemos llamar la disimulada, la oculta, la temible frivolidad del cenizo, esto es del que vaticina muertes, Apocalipsis o negociaciones con ETA sin tener pruebas ni indicios reales sino sólo su pretendido olfato cuando no su puro interés.
Por la información que tenemos, hoy no se puede afirmar que el Gobierno esté negociando con ETA. Por la información que tenemos, lo que sí cabe deducir es que está aplicando a ETA la política del palo y la zanahoria, que es otra cosa y que consiste en pretender la división de la banda a base de mostrarse implacable con el terrorismo, pero a la vez dejando puertas abiertas a los que se desmarquen de él dentro de ese mundo. La negativa de los socialistas a acogerse a la Ley de Bases del Régimen Local para sacar a ANV de los ayuntamientos vascos puede ser una de esas puertas y la presencia de lo que se llama una marca blanca de ETA en las próximas municipales podría ser otra. Que dicha 'táctica pedagógica' nos parezca errónea, ineficaz, peligrosa y hasta detestable es legítimo, pero no por ello podemos identificarla con la negociación con ETA. Hacer esa homologación es, aparte de ruin, faltar a la verdad y más aún decir que los intereses de Zapatero y los de ETA son los mismos.
Lo que sí cabe temer, en fin, por los elementos de juicio de que disponemos es que, en ese camino de los premios y los castigos, lo que se esté dibujando sea la 'reconversión' de Batasuna en 'partido democrático' si condena el terrorismo. Sería inevitable que tal hecho se nos vendiera como una conquista democrática cuando el escenario que se nos presentaría sería esperpénticamente perverso: una ETA asesinando y una Batasuna o una marca blanca de ésta legalizadas y condenando retóricamente los atentados. Para evitar que algo así ocurra debemos renunciar al temerario sonsonete de 'mientras Batasuna no condene la violencia'. Porque un alarde parecido de cinismo es perfectamente posible y porque semejante argucia ni borraría el currículum totalitario de ese partido ni las causas judiciales de sus líderes juzgadas o pendientes.
Dicho de otro modo, no sería suficiente con que el partido y el testamento de Hitler condenasen el racismo para que Alemania legalizara al primero o les diera carta de demócratas a los discípulos del segundo. El pasado totalitario de uno y criminal del otro pesarían en esa hipotética revisión. Por tomar un ejemplo más cercano, el hecho mismo de que el terrorismo persistiera alejaría a Batasuna de un modelo como el de Esquerra Republicana, cuya reconversión democrática fue pareja a la desaparición de Terra Lliure. Por otra parte, el electorado del social-independentismo vasco ya tiene un partido como Aralar, al que llamaremos 'democrático' obviando que una de sus estrellas -Julen Madariaga- fue detenido en 2006 con las manos en el dinero de la extorsión. ¿A qué ese empeño en conseguir la presencia en las instituciones de una Batasuna ligada a la historia de la banda o de una marca blanca unida en su ideología y en sus gentes al terror? ¿Es precisamente ese objetivo nada democrático el que ETA está persiguiendo y al que el Gobierno puede ceder en aras, paradójicamente, de una presunta reconversión democrática que no sería tal?
No la negociación, pero sí esa 'democratización-trampa', esa 'falsa esquerrización de la ETA política' se viene fraguando desde hace tiempo y a ello no es ajeno el partido de Zapatero, que está jugando deliberadamente con la ambigüedad cuando pide a través de Patxi López que el mundo de Batasuna 'reflexione'. Las mismas lágrimas de cocodrilo de Otegi por su familia con las que pedía su excarcelación eclipsaban una noticia que caminaba en esa dirección y que la prensa recogió días atrás con letra muy pequeña, como es la del inquietante pronunciamiento de la Fiscalía de la Audiencia Nacional a favor de la libertad bajo fianza de Joseba Permach, Joseba Álvarez y Juan Cruz Aldasoro. No todas las políticas antiterroristas erróneas son negociaciones con ETA necesariamente y no es la negociación la única política errónea que cabe. Hilar grueso en el análisis, empecinarse en una negociación de la que no hay el menor indicio y presentar como irrefutable prueba de ésta (el coladero de los municipales) lo que sería prueba de otra cosa (la mala pedagogía antiterrorista) no sólo es un ejercicio maligno sino ineficiente.
El discurso de Zapatero en la presente legislatura no es el de la negociación con ETA. No es el de 2004 ni el de 2006 y requiere de respuestas diferentes. Resulta triste y aleccionador contemplar cómo una noble bandera que movilizó a cientos de miles de ciudadanos durante la pasada legislatura puede convertirse cuando se agita fuera de lugar en la extemporánea seña de identidad de un sector residual de la derecha española que se ha 'necrosado' en fusión con los últimos restos del extinto Movimiento Cívico y que ve lobos por todas partes. Precisamente porque el lobo existe no hay que jugar a las falsas alarmas pastoriles.
Por la información que tenemos, hoy no se puede afirmar que el Gobierno esté negociando con ETA. Por la información que tenemos, lo que sí cabe deducir es que está aplicando a ETA la política del palo y la zanahoria, que es otra cosa y que consiste en pretender la división de la banda a base de mostrarse implacable con el terrorismo, pero a la vez dejando puertas abiertas a los que se desmarquen de él dentro de ese mundo. La negativa de los socialistas a acogerse a la Ley de Bases del Régimen Local para sacar a ANV de los ayuntamientos vascos puede ser una de esas puertas y la presencia de lo que se llama una marca blanca de ETA en las próximas municipales podría ser otra. Que dicha 'táctica pedagógica' nos parezca errónea, ineficaz, peligrosa y hasta detestable es legítimo, pero no por ello podemos identificarla con la negociación con ETA. Hacer esa homologación es, aparte de ruin, faltar a la verdad y más aún decir que los intereses de Zapatero y los de ETA son los mismos.
Lo que sí cabe temer, en fin, por los elementos de juicio de que disponemos es que, en ese camino de los premios y los castigos, lo que se esté dibujando sea la 'reconversión' de Batasuna en 'partido democrático' si condena el terrorismo. Sería inevitable que tal hecho se nos vendiera como una conquista democrática cuando el escenario que se nos presentaría sería esperpénticamente perverso: una ETA asesinando y una Batasuna o una marca blanca de ésta legalizadas y condenando retóricamente los atentados. Para evitar que algo así ocurra debemos renunciar al temerario sonsonete de 'mientras Batasuna no condene la violencia'. Porque un alarde parecido de cinismo es perfectamente posible y porque semejante argucia ni borraría el currículum totalitario de ese partido ni las causas judiciales de sus líderes juzgadas o pendientes.
Dicho de otro modo, no sería suficiente con que el partido y el testamento de Hitler condenasen el racismo para que Alemania legalizara al primero o les diera carta de demócratas a los discípulos del segundo. El pasado totalitario de uno y criminal del otro pesarían en esa hipotética revisión. Por tomar un ejemplo más cercano, el hecho mismo de que el terrorismo persistiera alejaría a Batasuna de un modelo como el de Esquerra Republicana, cuya reconversión democrática fue pareja a la desaparición de Terra Lliure. Por otra parte, el electorado del social-independentismo vasco ya tiene un partido como Aralar, al que llamaremos 'democrático' obviando que una de sus estrellas -Julen Madariaga- fue detenido en 2006 con las manos en el dinero de la extorsión. ¿A qué ese empeño en conseguir la presencia en las instituciones de una Batasuna ligada a la historia de la banda o de una marca blanca unida en su ideología y en sus gentes al terror? ¿Es precisamente ese objetivo nada democrático el que ETA está persiguiendo y al que el Gobierno puede ceder en aras, paradójicamente, de una presunta reconversión democrática que no sería tal?
No la negociación, pero sí esa 'democratización-trampa', esa 'falsa esquerrización de la ETA política' se viene fraguando desde hace tiempo y a ello no es ajeno el partido de Zapatero, que está jugando deliberadamente con la ambigüedad cuando pide a través de Patxi López que el mundo de Batasuna 'reflexione'. Las mismas lágrimas de cocodrilo de Otegi por su familia con las que pedía su excarcelación eclipsaban una noticia que caminaba en esa dirección y que la prensa recogió días atrás con letra muy pequeña, como es la del inquietante pronunciamiento de la Fiscalía de la Audiencia Nacional a favor de la libertad bajo fianza de Joseba Permach, Joseba Álvarez y Juan Cruz Aldasoro. No todas las políticas antiterroristas erróneas son negociaciones con ETA necesariamente y no es la negociación la única política errónea que cabe. Hilar grueso en el análisis, empecinarse en una negociación de la que no hay el menor indicio y presentar como irrefutable prueba de ésta (el coladero de los municipales) lo que sería prueba de otra cosa (la mala pedagogía antiterrorista) no sólo es un ejercicio maligno sino ineficiente.
El discurso de Zapatero en la presente legislatura no es el de la negociación con ETA. No es el de 2004 ni el de 2006 y requiere de respuestas diferentes. Resulta triste y aleccionador contemplar cómo una noble bandera que movilizó a cientos de miles de ciudadanos durante la pasada legislatura puede convertirse cuando se agita fuera de lugar en la extemporánea seña de identidad de un sector residual de la derecha española que se ha 'necrosado' en fusión con los últimos restos del extinto Movimiento Cívico y que ve lobos por todas partes. Precisamente porque el lobo existe no hay que jugar a las falsas alarmas pastoriles.
(Publicado en El Correo).
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