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(La Razón).- Confieso que me he llevado un chasco con los Oscars y que me hubiera gustado que premiaran «Avatar», la película ésa en la que no salen personas, sino unos bichos azules que son como el eslabón perdido entre el homo sapiens y el pitufo. La razón de mi preferencia es exactamente la inversa a la de quienes ahora celebran que Hollywood haya optado por los seres humanos antes que por los robots de diseño cibernético. Yo, es que prefería que ganaran los androides a Jeff Bridges. Les entiendo mejor a ellos. Además, me he pasado la vida oyendo decir que los libros y los periódicos iban a ser sustituidos por las técnicas audiovisuales. «Donde esté el cine –me decían–, donde esté la televisión, donde esté el ordenador, donde esté el e-book…, no tienen nada que hacer el libro ni la prensa».
Ahora es la propia era audiovisual la que reemplaza a los actores de carne y hueso por esos hijos de la gran informática y no veo la revancha de los escritores y los periodistas por ninguna parte. Ahora ha llegado nuestra hora, la de preguntarnos si dentro de poco los actores subvencionados no serán sustituidos por «avataros» a los que no se les vaya la olla ni la zeja. En realidad los avataros y las avataras también valdrían para ministros. Sabrían repetir las mismas soflamas que los de ahora, pero sin contradicciones y saldrían más baratos. Seguro que los avataros y las avataras nos sacan de la crisis antes que los miembros y las miembras.
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