El bajo tono era una asignatura pendiente que socialistas y populares vascos han aprobado en un curso
(El Correo).- Entre todos los méritos que se les han reconocido durante esta pasada semana a Patxi López y a Antonio Basagoiti, los dos artífices del cambio vasco, hay uno que iba implícito en los piropos, pero que no acababa de concretarse porque tiene algo de etéreo y de inaprensible. Yo creo que, por encima de las grandes palabras que se han dicho y escrito estos días para valorar su hazaña -«el sentido de Estado», «la visión histórica» y todo eso…- lo que en el fondo les agradecemos y lo que de verdad ha hecho posible el milagro es algo tan sencillo como que durante un año entero no han puesto ninguno de ellos, por ningún tema de discusión, el grito en el cielo. Y es que en cuanto se pone el grito en el cielo ya no hay nada que hacer ni en los matrimonio políticos ni en los otros. El grito en el cielo es la explicitación fonética de la imposibilidad del acuerdo, del desistimiento o la renuncia a cualquier modo de entendimiento; la expresión y la causa, el origen y el síntoma de la voladura de cualquier pacto, la resaca y la víspera de la ruptura. Ponemos el grito en el cielo cuando no deseamos pactar o cuando deseamos romper un pacto que juzgamos traicionado, o cuando vemos que cualquier pacto es imposible porque lo que pretende el adversario es inadmisible.
Con el grito en el cielo no se convence a nadie aunque a veces no queda más remedio que ponerlo en el cielo y donde haga falta porque ya no se trata de convencer sino de pedir socorro. Por esa misma razón la renuncia a los gritos tiene un especial y fundamental valor en Euskadi donde durante tres décadas han sido muchas veces inevitables pues donde hay asesinatos civiles y también físicos el silencio no era más que una cínica recomendación de quienes perpetraban unos u otros. No es que en el País Vasco se pusiera el grito en el cielo sino que se ponía directamente en la tierra cuando sobre ella caían sucesivamente los cuerpos acribillados. Pero en cuanto esa situación dramática ha remitido, y en cuanto han perdido los altavoces quienes la justificaban o la rentabilizaban, el bajo tono de la política era una asignatura pendiente que los socialistas y los populares han aprobado en un solo curso con matrícula de honor. El mérito de Patxi López ha consistido en no hacerse eco en su tierra de la bronca permanente que su jefe tenía montada con la oposición en Madrid y en todo el resto de España. El gran éxito de Antonio Basagoiti ha residido en demostrar que en ese partido hay gente normal y que al menos la derecha a la que él pertenece no es esa vecina que baja a protestar porque tienes alto el tocadiscos. No es poca cosa porque el tocadiscos es más importante en la vida de lo que parece. Me atrevería a decir que, en una situación de paz, el tocadiscos es lo más importante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario