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En tiempos de Verne si el capitán Grant naufragaba eran sus hijos los que tenían que montarse una expedición a Australia para rescatarle. No se había inventado el paternalismo de Estado ni tampoco lo demandaban los medios de comunicación, todavía incipientes. Ahora «Los hijos del capitán Grant» han conocido una versión moderna en la que intervienen desde los ministros de Exteriores y Defensa hasta los partidos políticos y que acaba siempre con que el Gobierno extiende un cheque a los secuestradores.
Ahora los nativos que secuestran al capitán Grant se las saben todas. Tienen armas sofisticadas, tele en color y bufetes de abogados en Madrid o en Londres. Tienen esos nativos una cuenta en Suiza a poco que te descuides. Lo tienen todo tan organizado que cunde la sospecha de que no están solos y de que detrás hay una mano occidental. Igual el verdadero pirata del Índico es nuestro vecino y no lo sabemos.
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