Nuestro amigo Iñaki Ezkerra dedica hoy su columna en LA RAZON a los cortesanos, figura que viene deambulando por los círculos del poder, desde el siglo XVII, y continúan hoy en día.
En este blog no solemos hacer publicidad de los candidatos de otros partidos, pero al parecer Ciudadanos no se presentará a las elecciones autonómicas vascas ni gallegas. Por eso, nos permitimos el lujo de incluir el artículo de Iñaki Ezkerra, en el que habla del candidato popular Basagoiti, un buen hombre que podría dar mucho jugo en Ajuria Enea.
EL VIZCAÍNO EN LA CORTE
La entrañable imagen del vizcaíno llegando a la Corte para hacer de meritorio ha sufrido algunos cambios a través de los tiempos. En el siglo XVII era el segundón de la familia, que tenía que buscarse la vida de escribiente porque el primogénito había heredado el caserío paterno.
Luego llegó Anasagasti, que hablaba mucho del caserío perdido pero que vivía en Bilbao frente a la ría y que en realidad era un vizcaíno de pega. Anasagasti había venido de Venezuela y aprendió enseguida todas las mañas cortesanas, la lista de los buenos restaurantes y los bares de la capital de esa España que denostaba. Aprendió a abrazarse en el restaurante La Ancha, el que está detrás del Congreso, con todos los «invasores» a los que había puesto a caldo diez minutos antes en el hemiciclo. Aprendió el gran secreto de la Corte madrileña, que consiste en que te puedes dar abrazos, compartir mesa e intercambiar puros con los mismos a los que pones a parir ante los cámaras. Anasagasti era más cortesano que nadie. Y así hasta nuestros días.
En nuestros días la figura del vizcaíno ha sufrido otra vuelta de tuerca. Ahora se llama Basogoiti y viaja a la Corte para pedir «graciosamente» apoyos mediáticos que le ayuden a desbancar al Lehendakari que pactó con ETA. A este vizcaíno lo que le preocupa es su tierra, conseguir conjurar para ella los peligros de un referéndum secesionisista y de la perpetuación del terrorismo, pero se topa con una sorpresa. Los cortesanos con los que trata en las emisoras y los platós ya no lo valoran como en el siglo XVII ni bromean simpáticamente sobre su bruta nobleza, su inteligencia natural y su honestidad sin pulir sino que se hacen pasar ellos mismos por vizcaínos, por guardadores de todas las esencias constitucionalistas en el País Vasco, y pretenden además que él es el cortesano y el ladino que esconde intereses espurios.
Sí. Me molesta el modo en que algunos tertulianos miran al candidato vasco del PP en las próximas autonómicas, la mirada afilada con la que le hacen preguntas ridículas como la de «si pactaría con los nacionalistas». Me molesta la pretendida superioridad moral con la que le escrutan algunos «resistentes» de salón. Porque lo mismo que ha habido siempre revolucionarios de salón ahora hay también resistentes y amenazados y moralistas de ídem. Me molestan las caras de perdonavidas de ciertos buscones y hacepasillos profesionales que han pasado por todos los partidos y los medios, que están baqueteados por todos los mentideros y asesorías y cazos y cargos y carguillos y batallas y destituciones y traiciones. ¡Pero quién es esa peña salida de un poema de Quevedo, que cobra por todo, para mirar de esa forma, para perdonarle la vida a un tipo al que ETA ha intentado quitar la vida en dos ocasiones! ¿Quiénes son esos jueces que quieren quitar a Rajoy porque con fulanito cobrarían más de aquí o de allá para juzgar a un hombre que vive con su mujer y sus tres niñas en la tierra de misiones a la que ellos sólo se acercan para las campañas electorales o para dar una conferencia o vender libros, o sea para cobrar? El vizcaíno se vuelve a su tierra en avión, no en burro como antaño. Mientras despega de la T4 echa una cabezadita y sueña con un País Vasco en que el único problema sea que han pillado a unos espías castizos que siguen a los políticos hasta el puticlub.
Luego llegó Anasagasti, que hablaba mucho del caserío perdido pero que vivía en Bilbao frente a la ría y que en realidad era un vizcaíno de pega. Anasagasti había venido de Venezuela y aprendió enseguida todas las mañas cortesanas, la lista de los buenos restaurantes y los bares de la capital de esa España que denostaba. Aprendió a abrazarse en el restaurante La Ancha, el que está detrás del Congreso, con todos los «invasores» a los que había puesto a caldo diez minutos antes en el hemiciclo. Aprendió el gran secreto de la Corte madrileña, que consiste en que te puedes dar abrazos, compartir mesa e intercambiar puros con los mismos a los que pones a parir ante los cámaras. Anasagasti era más cortesano que nadie. Y así hasta nuestros días.
En nuestros días la figura del vizcaíno ha sufrido otra vuelta de tuerca. Ahora se llama Basogoiti y viaja a la Corte para pedir «graciosamente» apoyos mediáticos que le ayuden a desbancar al Lehendakari que pactó con ETA. A este vizcaíno lo que le preocupa es su tierra, conseguir conjurar para ella los peligros de un referéndum secesionisista y de la perpetuación del terrorismo, pero se topa con una sorpresa. Los cortesanos con los que trata en las emisoras y los platós ya no lo valoran como en el siglo XVII ni bromean simpáticamente sobre su bruta nobleza, su inteligencia natural y su honestidad sin pulir sino que se hacen pasar ellos mismos por vizcaínos, por guardadores de todas las esencias constitucionalistas en el País Vasco, y pretenden además que él es el cortesano y el ladino que esconde intereses espurios.
Sí. Me molesta el modo en que algunos tertulianos miran al candidato vasco del PP en las próximas autonómicas, la mirada afilada con la que le hacen preguntas ridículas como la de «si pactaría con los nacionalistas». Me molesta la pretendida superioridad moral con la que le escrutan algunos «resistentes» de salón. Porque lo mismo que ha habido siempre revolucionarios de salón ahora hay también resistentes y amenazados y moralistas de ídem. Me molestan las caras de perdonavidas de ciertos buscones y hacepasillos profesionales que han pasado por todos los partidos y los medios, que están baqueteados por todos los mentideros y asesorías y cazos y cargos y carguillos y batallas y destituciones y traiciones. ¡Pero quién es esa peña salida de un poema de Quevedo, que cobra por todo, para mirar de esa forma, para perdonarle la vida a un tipo al que ETA ha intentado quitar la vida en dos ocasiones! ¿Quiénes son esos jueces que quieren quitar a Rajoy porque con fulanito cobrarían más de aquí o de allá para juzgar a un hombre que vive con su mujer y sus tres niñas en la tierra de misiones a la que ellos sólo se acercan para las campañas electorales o para dar una conferencia o vender libros, o sea para cobrar? El vizcaíno se vuelve a su tierra en avión, no en burro como antaño. Mientras despega de la T4 echa una cabezadita y sueña con un País Vasco en que el único problema sea que han pillado a unos espías castizos que siguen a los políticos hasta el puticlub.
2 comentarios:
Y si Ciudadanos es un partido nacional...¿porqué no se presenta a las vascas?. Igual si yo viviera allí les votaría...o me gustaría hacerlo.
Y aún digo más; ¿que hace un partido de centro-izquierda apoyando al PP que traicionó a María San Gil?
Saludos dubitativos.
Sí, Ciudadanos es un partido nacional. No se presenta a las vascas, como ya ha indicado en su nota de prensa, porque en un momento como el actual, en que existe por primera vez una posibilidad de que un partido no nacionalista desbanque al PNV de la presidencia del País Vasco, no estima conveniente fragmentar más el voto constitucionalista. Por eso, apelamos desde C's a la conciencia de los votantes vascos para que elijan entre los partidos constitucionalistas. En Ciudadanos deseamos que se forme allí un gobierno que incluya exclusivamente a dichos partidos.
Por otro lado, no entiendo por qué dice usted que C's, partido claramente de centro-izquierda apoye al PP. Aquí he publicado un artículo de mi amigo Iñaki Ezkerra, intelectual independiente, que no milita en ningún partido político, en el que apoya a título personal a Carlos Basagoiti ¿y qué? Es una opción personal de Iñaki, que desde C's respetamos. Y es una de las opciones electorales que C's comparte, en estos momentos en el País Vasco.
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