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lunes, 26 de enero de 2009

ZP entérate: Obama es un liberal puro

Artículo de Eduardo San Martín, en su blog de ABC

¿Conocéis ese chiste de Zapatero según el cual Barack Obama es un “socialdemócrata puro”? Pues bien, ayer le respondía una pluma tan autorizada como la de Timothy Garton Ash. Os lo voy a presentar para que vosotros mismos establezcáis las comparaciones que queráis. Garton Ash, profesor de Oxford y politólogo, es uno de los mayores expertos del continente en política europea y relaciones transatlánticas, y escribe regularmente en los grandes periódicos norteamericanos y británicos. En España, sus artículos son publicados en la edición dominical de El País. Así que, ni un ignorante, ni un peligroso reaccionario. Ayer escribía en el New York Times: “Gobierno y mercados tienen ambos un lugar en una sociedad decente, sugirió el presidente Obama en su discurso inaugural, pero pueden convertirse en una fuerza perjudicial si actúan sin ningún control. Lo único que faltó en el discurso de Obama es el nombre de la filosofía política, codificada en el ADN constitucional de Estados Unidos, que propone ese y otros equilibrios: el liberalismo. Como otros muchos discursos de Obama, el que pronunció en su toma de posesión presentó, en sustancia, una mezcla de liberalismo constitucional clásico y de liberalismo igualitario moderno, aunque nunca utilizara el nombre”. (Artículo completo en New York Times).

Garton Ash explica luego porque ningún demócrata norteamericano se atreve a pronunciar la palabra liberalismo. Porque se trata de un término polisémico que significa cosas opuestas a un lado y otro del Atlántico: en Estados Unidos, y como consecuencia de la propaganda conservadora de las últimas décadas, se ha convertido en un término peyorativo, algo así “como la unión no sagrada de gobierno grande y fornicación”; mientras que en algunos países europeos, y precedido del prefijo neo, el término liberalismo se asocia con “un capitalismo de corte anglosajón de libre mercado sin regulaciones”. Según el profesor británico, a cuya tesis me sumo, un liberalismo del siglo XXI tendría de los siguientes ingredientes: libertad bajo la ley, un gobierno limitado y que rinda cuentas, mercados, tolerancia, alguna versión de individualismo y universalismo y una cierta noción de igualdad humana, razón y progreso. Lo que constituye, aunque la proporción de cada ingrediente cambie según las circunstancias, la esencia del constitucionalismo americano desde hace 200 años, “ya sea con el progresismo de izquierda o con la derecha conservadora”. Y que constituye también el núcleo del mensaje político de Obama, quien, concluye Garton Ash, tal vez en su segundo mandato se atreva incluso a rescatar el término.

Lo suscribo de la cruz a la fecha, y me hacen sonreír los intentos infantiles de arrimar el ascua del nuevo presidente a la sardina propia aprovechando su tirón popular ante un futuro más negro que el color de su piel.

En CANTABRIA LIBERAL, Miguel Barrachina Ros, dedica también un artículo a resaltar algunas de las diferencias entre Obama y ZP.


Mientras Obama “jura” su cargo delante de una biblia histórica, tras asistir a misa y rodeado de banderas nacionales, aquí la Ministra de Igualdad, sin titulo competencial alguno, remodela su despacho por 60.000 euros, Moratinos paga las cúpulas de lo ONU de las que nadie se quiere hacer cargo, y el ejecutivo socialista se aventura en una batalla contra los crucifijos y a favor de aquella parte de nuestra memoria histórica que separó a los españoles.

Además el vicepresidente Solbes afirma que “ya no tenemos margen de actuación” y que estamos, por tanto, entregados, sin rumbo y a la deriva. Y lo que es peor, mientras hubo margen este se empleo erróneamente.

Primero, por un calentón del propio Rodríguez Zapatero, en plena campaña electoral, repartiendo innecesariamente 400 euros a quince millones de contribuyentes que no lo habíamos pedido, con un coste global de de 6.000 millones de euros.

Segundo, el plan de ayudas a los ayuntamientos con 8.000 millones de euros supone cambiar inversiones productivas por improductivas.

Esta medida tendría algún sentido si el dinero a emplear fuese ahorro público, pero dado que estos ya no existen y hay que recurrir al crédito bancario, se produce el conocido efecto expulsión.
Este efecto, técnicamente llamado crowding-out, hace que en época de restricción del crédito la entidad financiera opte por prestar a las administraciones públicas, en este caso al gobierno socialista para financiar cementerios municipales o jardines, y no al fontanero o al electricista que reclama liquidez para no despedir a sus trabajadores.

No en vano “Crow” significa “populacho”, sectores humildes, es decir los que menos tienen y a los que el socialismo gobernante hipócritamente dedica sus discursos.

Zapatero alargará la crisis por su torpeza como gestor y nuestro futuro, en el corto y medio plazo, es inimaginablemente malo.

Sus ministros además estropean lo que tocan, un ejemplo reciente es el informe del Tribunal de Cuentas correspondiente a las contrataciones del Ministerio de Trabajo en el que se detallan, entre infinidad de prácticas irregulares, la enajenación de 371 viviendas y locales a bajo precio.

Vamos, tan bajo que alguno de ellos se vendió el 29% del precio de mercado, en concreto en la calle Valenzuela del exclusivo barrio Salamanca de Madrid.

Ya podría Zapatero, empeñado en que se le asocie a Obama, que por cierto lo evitó en la gira europea durante su campaña electoral, contratar a algún asesor del nuevo presidente estadounidense y librarse de la mayoría de su gobierno.

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