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(Publicado en el blog de Raúl Tristán)
El partido de Rosa Díez, UPyD, comienza a dar muestras de lo que muchos nos temíamos, ser un partido más, erigido a la mayor gloria de una rosa. Personalísimo e intransferible calco que absorbió, no sólo el ideario de Ciudadanos, sino sus mismas bases, al aparecer como el salvapatrias mayúsculo que iba a sustituir a éste en el camino abierto por los de la ciudadanía en tierras catalanas, y exportado luego como modelo al resto del solar hispano.
Antes que ninguno, Ciudadanos estableció de forma precisa, clara, meridiana y rotunda, su apuesta sin resquicios por la ciudadanía, por sus derechos y libertades, por la creencia en la necesaria refundación de la democracia que apesta a nacionalismo, a detritus de politicastro, a partitocracia, a putrefacción de poderes, a corruptela de ayuntamiento urbanizador, a sectarismos, a clientelismos de aldea y de villa, a cohechos y prevaricaciones…
Ciudadanos fue el primero en hacer frente sin ambages al nacionalismo excluyente, el primero en plantear el derecho a la educación en la lengua que los padres deseen para sus hijos, en hablar de una separación efectiva y real de los poderes del estado (legislativo, ejecutivo y judicial), en proponerse una auténtica regeneración de la vida política, en llevar a efecto la democracia interna de partido con la posibilidad de crear corrientes internas absolutamente legales y oficiales, instaurando las listas abiertas y la posibilidad de cualquier afiliado de presentarse como candidatable…
Ese ideario, el de la tercera vía, extendido por toda España por Ciudadanos – Partido de la Ciudadanía, desde su nacimiento en Cataluña como Ciutadans, fue vilmente copiado por UPyD, que nació no como partido, sino como plataforma de lanzamiento, como medio de impulsión de una única persona, como herramienta para lograr el fin último de perpetuar en el poder, en el cálido asiento bien pagado, a Rosa Díez. No, no busquen, no hay más, tan sólo eso: unas siglas que lo dicen claro U.P.D: Una Perpetua Díez…
UPyD, arropada bajo la bandera de la fama y prestigio que atesoraba su Señora, inició una auténtica persecución del afiliado y simpatizante de Ciudadanos, embobado durante mucho tiempo por la peregrina idea de una posible unión entre ambas siglas, con el fin de vencer juntos la inercia de marmita y orinal de este país de golfos y gandules. UPyD fagocitó con desprecio a los miembros de las agrupaciones de Ciudadanos, fundando las suyas con dichas huestes. Allí donde Ciudadanos ya se había hecho fuerte, mediante el establecimiento de una agrupación local, allí que los esbirros de UPyD aparecían, sorbiendo el seso a los inocentes Ciudadanos, con promesas de un futuro más halagüeño: sólo con Rosa, bajo el sagrado manto benefactor de su nombre, llegar al Congreso de Madrid sería posible…
Y en algo tenían razón, llegarían al Congreso, o más bien: llegó ella, la rosa única, en espinas de la cual se arrojaron, como mártires, muchos Ciudadanos (entre ellos, recordémoslo, Javier Carroquino, quien perteneciera a la Agrupación de Ciudadanos de Zaragoza, para pasar a ser coordinador de UPyD en Aragón, hasta que se le ocurrió, hace escasos días, plantear la locura impensable de listas abiertas… evidentemente Carroquino ya no está con UPyD. Esa es la democracia interna de este seudopartido, y la regeneración que lidera: el monoteísmo, la idolatría, la sumisión al único ser supremo y, de vez en cuando, aparentar con alguna actuación en el Congreso para hacerse notar y que parezca que, pero nada más allá).
Por todo esto, no se engañe el amigo lector, posible votante de UPyD en estas europeas.
La alternativa no es el partido magenta, sino el naranja.
La coalición Libertas – Ciudadanos es la única posible opción en Europa, por una verdadera Europa de los Ciudadanos, y no de los partidos políticos.
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