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"Nada hay más poderoso en el mundo que una idea a la que le ha llegado su tiempo". (Victor Hugo)

lunes, 13 de abril de 2009

Iñaki Ezkerra: Material sensible (o cómo hacer oposición a la oposición)

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Recién llegado de las mini-vacaciones de Semana Santa, me encuentro ante el último artículo de Iñaki Ezkerra, publicado en LA RAZÓN el pasado Jueves Santo (día del Amor Fraterno, nos decían hace años). Nuestro amigo Iñaki reflexiona sobre ese político experto en hacer oposición que es J.L. Rodríguez Zapatero, del que Rajoy (don Mariano) tanto tendría que aprender.


Rajoy ha tenido un recurrente problema desde el 2004 a la hora de hacer oposición. Los dos grandes y graves temas con los que ha podido evidenciar la incompetencia socialista -la política antiterrorista en la pasada Legislatura, la crisis económica en la presente- tenían el inconveniente paradójico de su propia gravedad, porque no se quedan en sí mismos sino que afectan muy directamente a toda la vida nacional. No se trata de asuntos colaterales sino fundamentales, que, si no se abordan debidamente, terminan haciendo «impopular» al mismo que denuncia los fallos en su gestión y que, de manera inevitable, pretende salir beneficiario de un perjuicio que padecemos todos. Si la oposición denuncia la corrupción del Gobierno -como lo hizo Aznar para llegar a la Moncloa en el 96-, esa lacra indigna a la ciudadanía, pero no repercute en las vidas de los individuos. Si la oposición empuña la bandera pacifista en medio de una guerra mal justificada como la de Irak -como lo hizo Zapatero en las vísperas del 2004- esa campaña no afecta a la vida cotidiana de los ciudadanos, como tampoco les afectaba a la mayoría de ellos aquella lejana guerra. Estamos ante dos casos de oposición que responden a eso que se llama «experimentos con gaseosa», que no alteran la vida del país, al menos de un modo directo e inmediato.

En cambio, hay cuestiones que son «material sensible» y son justamente esas dos con las que ha hecho justa oposición Rajoy en diferentes tiempos. Si Zapatero estaba actuando erróneamente al negociar con ETA, el fracaso anunciado de dicha negociación iba a ser percibido inevitablemente como una mala noticia para todos los españoles. Si Zapatero está hoy haciendo una pésima política económica, su fracaso también lo vamos a pagar todos, por lo cual no resulta popular querer sacar popularidad del hundimiento económico del país. Y es que aquí la gente en lo que toca a esos dos temas va a lo suyo. Lo que la gente quiere es que no la maten y que no la despidan del curro. Dicho con otras palabras, ¿de qué le sirve al votante comprobar que el PP tenía razón si, precisamente porque tenía razón, su empresa ha quebrado? ¿De qué le vale comprobar que, en efecto, el PP acertaba al vaticinar el fracaso de la negociación con ETA si la comprobación de ese vaticinio equivale a que ETA le sigue amargando la vida? «¿No merecía la pena el atajo del diálogo como antes el del GAL?», se pregunta esa mentalidad exenta de principios en «un país que -con palabras de Luis Alberto de Cuenca- ha prohibido los héroes». Los héroes y los profetas. En España no hay ni romanticismo ni amor a la verdad. El héroe no gusta porque evidencia la cobardía de la mayoría. El profeta tampoco porque evidencia otra cosa incómoda: la ceguera general.

Por esa razón el Gobierno siempre tiene el mismo argumento contra la oposición que toca ese «material sensible»: «Usted quiere que ETA vuelva a matar», «usted quiere que el país se hunda»... Tal acusación es injusta pero eficaz pues resulta innegable que esa oposición trata de nutrirse «legítimamente» de ese fracaso y ese hundimiento. Para ganar el poder en España no vale ni la denuncia del pacto con ETA ni de la crisis, como no valió la del GAL. Aquí hay que ser más frívolo. Trece años después de su derrota, el PSOE se sabe mejor que el PP aquella lección. Por eso busca una «minifilesa», para hacer desde el propio Gobierno algo insólito: oposición a la oposición.

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