Nuestro amigo Iñaki Ezkerra reflexiona en este artículo, partiendo de un caso real, sobre la estupidez de algunos de nuestros políticos, estupidez que se contagia rápidamente por todas las regiones. Afortunadamente, aún hay buena gente en este país que te ayuda mucho más que ellos.
'EU CHAMOME SALLY'
'EU CHAMOME SALLY'
La historia es real y yo pude conocer a la víctima. Una familia de Atlanta envía a su hija Sally, de doce años, a España a través de una organización internacional que fomenta el intercambio cultural entre países. El objetivo de esos padres norteamericanos al enviar a su niña a una familia española es que estudie un curso entero en nuestro idioma. La organización manda a la chica a un pueblo de Lugo. Al acabar el segundo trimestre la madre se percata de algo inquietante: su hija no ha estado aprendiendo español sino una lengua que a ella le parece “extrañísima".
A la madre nadie le había dicho que, al enviar a Galicia a su hija, ésta no iba a aprender castellano y protesta. La agencia le contesta entonces que en los folletos de información ya le prevenían de que la sociedad española es plurilingüística y multicultural. Lo que la buena señora no imaginaba es que detrás de esas dos palabras mágicas había unas lenguas que no eran la de Cervantes. No se imaginaba que a la chavala le iban incluso a prohibir que hablara castellano ni que el español se prohibía en España con fines pedagógicos y patrióticos. Como la madre se había saltado las normas para venir a nuestro país a protestar, cosa que no estaba permitida por la organización, ésta elabora un informe en el que alude a Sally como a una “niña problemática” y en virtud de esa catalogación (“evidente” ya que hasta su propia madre se ha tenido que saltar las reglas para socorrerla) decide que la van a mandar de vuelta a los Estados Unidos. Mientras la niña espera ser repatriada, y para completar el cuadro kafkiano, participa en una visita a Barcelona organizada por la misma asociación. La montan con otros niños en un autocar con un tipo que les enseña la Sagrada Familia y el Tibidabo, dirigiéndose a ellos en catalán. Cuando Sally, la problemática, se atreve a romper el silencio miedoso de sus compañeros y le dice al guía que no le entiende, éste le da una respuesta aprendida: “Apren a parlar català”. Resultado: la niña acaba el viaje sabiendo decir “identitat”, “finançament” y “visca el Barça”.
Es a la vuelta de ese viaje y mientras la agencia le tramita un billete para América cuando a la criatura se le busca alojamiento en casa de unos amigos míos ante los que ella se presenta con una frase en galego que les hace entender la situación: “Eu chámome Sally”. Es entonces cuando le preguntan por su familia y responde: “Eu moro con minha nai que ficou nos Estados Unidos con minho irmán”. A mis amigos les dio pena la extraordinaria odisea de Sally, la problemática cría norteamericana que había venido a aprender español y se volvía hablando la lengua de Rosalía así como chapurreando algunos bellos vocablos en la de Mossèn Verdaguer. Y así mi historia posee un final feliz. Esos amigos, que tienen hijas de su edad, la invitaron a quedarse en Madrid durante unos meses y le buscaron colegio. De este modo, la heroína Sally consiguió volverse a los Estados Unidos habiendo pasado un apacible tercer trimestre escolar y castellanoparlante en un lugar donde podía hablar en lo que quisiera sin que nadie se lo prohibiese. Gracias a mis amigos. Gracias no al multiculturalismo y al plurilingüismo sino a una verdadera virtud española -la generosidad- que aún queda entre nuestras buenas gentes aunque ciertos políticos se hayan propuesto volvernos a todos malos y estúpidos.
A la madre nadie le había dicho que, al enviar a Galicia a su hija, ésta no iba a aprender castellano y protesta. La agencia le contesta entonces que en los folletos de información ya le prevenían de que la sociedad española es plurilingüística y multicultural. Lo que la buena señora no imaginaba es que detrás de esas dos palabras mágicas había unas lenguas que no eran la de Cervantes. No se imaginaba que a la chavala le iban incluso a prohibir que hablara castellano ni que el español se prohibía en España con fines pedagógicos y patrióticos. Como la madre se había saltado las normas para venir a nuestro país a protestar, cosa que no estaba permitida por la organización, ésta elabora un informe en el que alude a Sally como a una “niña problemática” y en virtud de esa catalogación (“evidente” ya que hasta su propia madre se ha tenido que saltar las reglas para socorrerla) decide que la van a mandar de vuelta a los Estados Unidos. Mientras la niña espera ser repatriada, y para completar el cuadro kafkiano, participa en una visita a Barcelona organizada por la misma asociación. La montan con otros niños en un autocar con un tipo que les enseña la Sagrada Familia y el Tibidabo, dirigiéndose a ellos en catalán. Cuando Sally, la problemática, se atreve a romper el silencio miedoso de sus compañeros y le dice al guía que no le entiende, éste le da una respuesta aprendida: “Apren a parlar català”. Resultado: la niña acaba el viaje sabiendo decir “identitat”, “finançament” y “visca el Barça”.
Es a la vuelta de ese viaje y mientras la agencia le tramita un billete para América cuando a la criatura se le busca alojamiento en casa de unos amigos míos ante los que ella se presenta con una frase en galego que les hace entender la situación: “Eu chámome Sally”. Es entonces cuando le preguntan por su familia y responde: “Eu moro con minha nai que ficou nos Estados Unidos con minho irmán”. A mis amigos les dio pena la extraordinaria odisea de Sally, la problemática cría norteamericana que había venido a aprender español y se volvía hablando la lengua de Rosalía así como chapurreando algunos bellos vocablos en la de Mossèn Verdaguer. Y así mi historia posee un final feliz. Esos amigos, que tienen hijas de su edad, la invitaron a quedarse en Madrid durante unos meses y le buscaron colegio. De este modo, la heroína Sally consiguió volverse a los Estados Unidos habiendo pasado un apacible tercer trimestre escolar y castellanoparlante en un lugar donde podía hablar en lo que quisiera sin que nadie se lo prohibiese. Gracias a mis amigos. Gracias no al multiculturalismo y al plurilingüismo sino a una verdadera virtud española -la generosidad- que aún queda entre nuestras buenas gentes aunque ciertos políticos se hayan propuesto volvernos a todos malos y estúpidos.
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