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(LA RAZON).- Estoy de acuerdo con Sonsoles Espinosa (mujer discreta, guapa y elegante, a la que nos gustaría ver más a menudo, pero que no sale ni en los sellos), esposa de nuestro fenomenal presidente de Gobierno del Estado español: Madrid es una sartén hirviendo. (Ahí le ha dado). Vamos, yo diría que «friendo», pero es que en mi barrio madrileño no hay piscinas que aporten el líquido que necesita la metáfora, y creo que en Moncloa sí tienen. Piscina. Y de todo.
(LA RAZON).- Estoy de acuerdo con Sonsoles Espinosa (mujer discreta, guapa y elegante, a la que nos gustaría ver más a menudo, pero que no sale ni en los sellos), esposa de nuestro fenomenal presidente de Gobierno del Estado español: Madrid es una sartén hirviendo. (Ahí le ha dado). Vamos, yo diría que «friendo», pero es que en mi barrio madrileño no hay piscinas que aporten el líquido que necesita la metáfora, y creo que en Moncloa sí tienen. Piscina. Y de todo.
No sé, hablo de oídas, pero me da que un palacio es una solución habitacional bastante apañadita. Y sin cargas hipotecarias, tú. A veces paso por la carretera que separa el Palacio de La Moncloa del resto del mundo como si fuera un foso –pero en vez de cocodrilos, con todoterrenos más propios de los Marines que de desesperadas amas de casa suburbanas–, y entonces miro hacia La Moncloa y me doy cuenta de que la vida en Madrid no es fácil.
Por ejemplo, mira que yo soy limpia, obligo a las chinches de mi casa a ducharse por las mañanas, pero eso no sirve de nada si una luego sale a la calle y se encuentra las montañas de detritos que lega la Ciudadanía.
Y eso que yo me arrodillo, agradecida, ante el Servicio de Limpieza Municipal: si no fuera por esos héroes, la peste bubónica camparía por sus respetos en la Villa y Corte, con unas ratas del tamaño de concejales de Urbanismo propagándola por doquier en un eficaz servicio puerta a puerta.
En fin, que Madrid es una jaula. De oro para Sonsoles, de roña para mí. Sonsoles y yo adoramos caminar por los bulevares de París. Ella se siente obligada a volver (yo, para nada). Aunque, como nadie la ve nunca, tampoco la echa de menos. Oh, ¡cómo entiendo su melancolía…! Y, desde que soy progre, mucho más, porque como dice el cura que casó a Sonsoles y a José Luis: ahora Sonsoles es más rebelde que cuando era joven. Y yo también. Supongo que debido a la influencia de su fenomenal marido (al menos en mi caso, no sé en el suyo).
Aaah, la vida de una consorte de presidente de Gobierno es muy dura. Y si ese presidente es Zapatero, más dura todavía. O sea, que sí: llévatelo de vuelta a León, Sonsoles. Así, la vida será mucho más fácil. Para todos.
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