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Cuentan que Micky Rooney tomaba unos zumos de frutas en compañía de Gary Cooper. Rooney era más listo que Cooper, como establece la leyenda urbana de que un bajito es siempre más inteligente que un alto. El tercer zumo de pomelo se le subió a Rooney a la cabeza y comenzó a poner en duda la calidad interpretativa del gran Gary. Éste, tímido y amable, apenas le hizo caso y atribuyó aquella inesperada agresividad a los efectos del pomelo. Rooney dio un puñetazo en la mesa, se incorporó, y antes de abandonar el local, señalando con un dedo el rostro de Cooper, le soltó la amenaza: «¡El día que crezca, te dejo sin trabajo!». Y fuese.
Para mí, que a Rosa Díez se le podría llamar desde ahora Rose Rooney. En nada se parece a Micky físicamente. Es más alta que el formidable y malhumorado tapón de la generación de los dioses, que así la bautizó Terenci Moix. Pero tiene la misma idea del crecimiento que Rooney, o lo que es igual, parecida fantasía al respecto. Micky soñaba con ser alto y albergaba esperanzas de un súbito subidón de centrímetros. Y Rosa, o Rose, sueña con ser la dirigente de un gran partido político, y no encaja adecuadamente sus sueños con la realidad. Con motivo del abandono de Mikel Buesa, al que se han unido una veintena de dirigentes de UPyD, Rosa Díez ha dicho que todo se debe a que su partido está en fase de crecimiento. Átenme a esa mosca por el rabo. Se van veinte -y los que seguirán su camino en los próximos días-, y el partido crece. Astuta manera de interpretar un fracaso.
Ha salido en su defensa Fernando Savater, el ideólogo de la cosa, y le ha hecho un flaco favor. Savater fue de convidado a La Moncloa y abandonó el Palacio de las soledades convencido de que la negociación con la ETA era no sólo conveniente sino fundamental. Y ha dicho Savater que sin la fortaleza de Rosa Díez, el futuro de UPyD no existe. Para un escéptico bondadoso, el futuro de UPyD no existe ni con la fortaleza de Rosa Díez ni sin ella. Excesiva frivolidad. José María Marco le dice «pontífice» con sabio cachondeo, y le atribuye una insuperable capacidad para trivializar la realidad. Rose Rooney es de palabra fácil y cimero populismo. Pero le gusta mandar más que al Príncipe de Asturias decir «la Princesa y yo». Mujer de armas tomar, que es definición antigua. Y se le van veinte por día, por aquello del crecimiento, como la economía de España, según Zapatero, antes de las últimas elecciones generales. «Aquí no hay crisis y crecemos». Y vaya si hay crisis y en qué estatura nos estamos quedando. Mis primeros profesores me enseñaron que crecer es sinónimo de aumentar. Al cabo de los años me veo obligado a reconocer, no sin dolor, que mis primeros profesores estaban equivocados. Para Rosa Díez, crecer es lo mismo que disminuir, y si es así, tiene toda la razón y este texto carece de fundamento.
Cuando un partido político carece de contenidos, está cimentado en el oportunismo, vive del populismo barato y concentra todo el poder en manos de una mujer excesivamente habladora, puede crecer una barbaridad. Tanto, que al paso que lleva su crecimiento, se puede quedar con Rose Rooney y Savater haciendo ganchillo.
Alfonso Ussía (publicado en La Razón)
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