Que un Congreso de Diputados se plantee siquiera la iniciativa de reprobar al Papa es algo que pertenece al realismo mágico, pero que suceda en una crisis como la que vivimos es, además, la prueba de que el departamento de propaganda socialista y su política de cortinas de humo ha llegado a la desesperación.
Aquí ya no hay que hablar de «anticlericalismo», sino de «post-zapaterismo». Aquí ya ni siquiera estamos ante «la izquierda divina», que pecaba de la sacralización laica hasta la superstición, sino ante «la izquierda bizantina», o sea, la que hace como aquellos legendarios sabios de Bizancio que seguían discutiendo sobre el sexo de los ángeles cuando los turcos estaban a punto de conquistar Constantinopla.
La raíz de este esperpento parlamentario no es teológica, sino demagógica. La cuestión no es si los preservativos son buenos o malos (en un país donde hay libertad de religiones también la hay de condones); ni si Ratzinger tiene derecho a decir lo mismo que dijo Wojtyla, al que se rindió la España de Felipe; ni por qué no condena el PSOE la tradición musulmana de tener varias mujeres (¡ay, que se nos joroba la Alianza de Civilizaciones!). La cuestión es el preservativo ideológico que nos quieren poner a todos en la cabeza para que no veamos la paradoja de una izquierda más bizantina que la Iglesia, ni cómo se acerca, mientras hablamos del sexo de los ángeles, el quinto millón de parados.
Publicado en LA RAZON.
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