Mientras el Gobierno quema en gastos cosméticos la pólvora presupuestaria, queriendo así endulzar el impacto social, y rebajar de esta maneta el correspondiente coste político de la crisis económica, el PNV, que fue su aliado crítico en el Parlamento hasta hace ocho días, emite mensajes desde el fondo del mar en que ha naufragado su régimen de 30 años. Y si en la Moncloa se tiene muy claro que los gastos cargados a las cuentas nacionales del futuro no generan retornos reales que ayuden a salir del hoyo, sino que buscan únicamente rentabilidad electoral, por la desolada "Sabin-Etxea" no se encuentra otro consuelo para su derrota que los fuegos artificiales del sofisma y el disparate.
Si en un primer turno para el dislate era Iñigo Urkullu, desde la presidencia del PNV, quien acusaba al PSE de avilantez por aspirar al Gobierno de la Autonomía con el apoyo del PP, puesto que tal aspiración o propósito suponía tanto como el intento de un "golpe institucional", era ayer Juan José Ibarreche, el último mohicano del régimen nacionalista, quien pasaba a su presidente por la izquierda ("abertzale" por supuesto), al explicar en la hoja parroquial de su partido que el PSE y el PP "no tendrían mayoría absoluta de estar presentes todas las fuerzas políticas".
Desde la ingenuidad más ardorosa se podría preguntar ¿qué son "fuerzas políticas" para Juan José Ibarreche? Visto lo visto, convengamos que aquellas capaces de intervenir de cualquier manera en el proceso político y de condicionar su desenlace. Al lehendakari saliente, como a tantos de su partido, a ciertos de sus chamanes y a muchísimos de los paniaguados del extinto régimen, se les importa una higa que algunas de las fuerzas "políticas" intervinientes en el juego electoral sean poco o nada respetuosas de la ley y de la moral política; no les importa, incluso, que maten y extorsionen y que hayan obligado a una porción significativa del censo electoral vasco a darse de baja en el mismo para ponerse a salvo de tanta pluralidad y riqueza representativa puesta por esta Moncloa en el puchero del régimen sabinista a la hora de votar.
Naturalmente que con las candidaturas de los etarras todavía en circulación,los resultados habrían sido otros. Menos favorables aun para el PNV, pues éste no se habría beneficiado también, tal como la hecho, de votantes "abertzales" rebeldes desde el voto útil para el nacionalismo, a la consigna etarra de que sufragaran en nulidad. Pero sea como sea, resulta un escarnio que ya el tal Ibarreche haya censado a los terroristas como "fuerzas políticas".
Sin embargo, todo sea dicho, las "fuerzas políticas" que se ilegalizaron en fechas recientes estaban en las instituciones por virtud de la estrategia zapaterista de negociar un acuerdo con los asesinos etarras, como otro más de los errores capitales que han jalonado el catastrófico camino del presidente Rodríguez. Que si antes dispuso de fiscales para que le allanasen las dificultades, ahora parece haber dispuesto de algún juez para creárselas al principal de la Oposición antes del 1 de Marzo. El eventual pacto de socialistas y "populares" en Vascongadas habrá de escribirse con sintaxis de contradicción. Crujen las cuadernas del consenso entre Rodríguez y los nacionalistas, con el PNV al frente. El cambio llama a la puerta de toda la política en España.
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