No es tarea fácil desbancar al PNV de la mano de los 'populares' cuando en las segundas filas de PSE y PP no ocultan su sensación de vértigo. Patxi López ha tenido que ser contundente este fin de semana explicando a los suyos que no acepta que nadie ponga en duda los apoyos del PP y que se diga que son 'antinatura'. Lo pudo decir más alto, pero no más claro.
Le ha caído a Patxi López el peso de la responsabilidad con tanta contundencia que el dirigente socialista no se deja influir por las presiones de los agoreros que vaticinan una fecha próxima de caducidad de su equipo desde que saben que los nacionalistas van a tener que estar un tiempo en la oposición y que los populares no van a tener cargos en el Gobierno. Su actitud decidida y despojada de complejos es lo que llama el dirigente del PNV «arrogancia». El popular Antonio Basagoiti también ha tropezado con algunos obstáculos. El último, la presión, desde sectores de su partido fuera de Euskadi, para que sea él quien asuma la presidencia de la Cámara vasca. Esa ha sido la razón por la que el presidente de los populares vascos ha tardado en dar el nombre de su candidato o candidata al cargo pactado con los socialistas.
Se va conformando el puzzle de la coalición a conciencia y sorteando obstáculos. Desde que el PNV rechazó de plano ir a la ronda de Patxi López han transcurrido ya unos cuantos días y, en este tiempo, el PNV sigue revolviéndose porque no termina de aceptar que las urnas le han mandado a la oposición y que no suma los parlamentarios mínimos para gobernar. Aunque pretenda, a fuerza de insistir que el pacto PSE-PP es 'antinatura', deslegitimar la alternativa forjada en torno a Patxi López, la historia le devuelve siempre el recuerdo de los pactos como un 'boomerang'. La alianza del PNV con el PP de Aznar en su primera legislatura, por ejemplo, no sólo fue considerada atípica (ahí están las fotos del acuerdo con Arzalluz y Mayor Oreja entre los protagonistas), sino que consolidó tanto al centro derecha que el PP, en su segunda legislatura, ganó por mayoría absoluta.
Así es que todos han recorrido mucho camino hasta llegar a la fecha clave en la que, por primera vez desde la Transición, el PNV no consigue la mayoría para gobernar. Urkullu, desde el EBB, ya no sabe qué dardo lanzar contra la nueva mayoría para sembrar la inquietud en torno a la inestabilidad de un Gobierno, del que se destaca a priori su debilidad. De ahí que insinúe que los socialistas podrían quedarse sólo con sus 25 escaños el día de la investidura.
Pero, de momento, va pinchando en hueso. Los intentos de desestabilizar el pacto entre el PSE y el PP queriendo dar más importancia que la que tienen a los movimientos realizados por los responsables penitenciarios en el colectivo de presos de ETA no ha provocado ninguna crisis porque el partido de Antonio Basagoiti se ha comprometido a facilitar el Gobierno del cambio. Patxi López sigue diseñando organigramas. El acuerdo estable y preferente con el PP se firmará a mediados de semana, antes de que se celebre la sesión del Parlamento del próximo viernes.
Y el perfil de su Ejecutivo tendrá profesionales independientes junto a los políticos para formar, según dicen los negociadores, «un equipo potente». No es tarea fácil desbancar al PNV de la mano del PP cuando en las segundas filas de ambos partidos no ocultan su sensación de vértigo. Por eso, Patxi López ha tenido que ser tan contundente este fin de semana cuando explicaba a los suyos que no acepta que nadie ponga en duda los apoyos del PP y que se diga que son 'antinatura'. Lo pudo decir más alto, pero no más claro. Al popular Antonio Basagoiti también le ha dado un «ataque de responsabilidad». Dicen ahora muchos de sus detractores que «es como si hubiera madurado en un mes».
Lo cierto es que, al cabo de unos días de las elecciones del 1 de marzo, compañeros de su partido se reunieron en San Sebastián para pedir su dimisión porque la pérdida del 3,4% de votos y dos escaños les precipitó a una lectura muy negativa de los resultados. Pero las matemáticas electorales han cambiado tanto la situación que ya nadie lo cuestiona, pero le siguen de cerca los movimientos. La apuesta por la presidencia del Parlamento vasco, por ejemplo, no está siendo una elección sencilla para Basagoiti. Dijo, en un principio, que su apuesta iba orientada hacia el alavés Carmelo Barrio. Por su experiencia en la Cámara, por ser la imagen del PP de siempre, ya que el Partido Popular no nació hace unos meses como algunos se empeñan en transmitir en un intento de borrar el pasado de un partido que fue dirigido por María San Gil.
Era una apuesta preferente sobre Laura Garrido o Arantza Quiroga, aunque al final se decante por una de las dos. Sabe que ya no es una novedad que una mujer presida la Cámara, después del mandato de la nacionalista Izaskun Bilbao, y que su conocimiento o no del euskera no debería tener una importancia distinta de la que tiene en la persona del lehendakari. Pero si Basagoiti está retrasando el momento en dar a conocer el nombre de quién ostentará el liderato de la Cámara vasca es debido a que ha recibido presiones de última hora para que sea él mismo quién presida el Parlamento. Una posibilidad que seguramente descartará.
Ese cargo tan respetable y activo podría facilitarle la relación continua con el lehendakari, desde luego, y le evitaría pasar el trago de tener que hacer de oposición en la Cámara a un Gobierno socialista del que, a pesar de los apoyos, tendrá que distanciarse en más de una ocasión. Pero si Basagoiti presidiera el Parlamento vasco se ataría las manos para liderar su partido como el PP de Euskadi necesita.