Nuestro amigo Iñaki Ezkerra se plantea hoy, en La Razón, una interesante y atractiva cuestión, que distraerá nuestras mentes, atribuladas por la crisis galopante que todos conocemos excepto ZP y sus votantes:
¿Por qué no va a haber una Extremaunción Civil si ya hay bautizos y primeras comuniones civiles que muchos padres ateos montan a sus hijos para que no tengan envidia de sus amiguitos católicos?
Yo creo que sería de obligada justicia que los columnistas de prensa le hiciéramos un homenaje a Zapatero como muestra de gratitud por la generosa manera en que nos ha facilitado nuestro trabajo desde que es presidente del Gobierno. No ha habido un solo día de su mandato en el que nos haya faltado un tema divertido sobre el que escribir, una iniciativa absurda de él o de cualquiera de los suyos, eso que los mexicanos llaman «una pendejada» y los argentinos «una boludez» y los españoles «una idea de bombero», injustamente, porque hay bomberos que tienen más sentido común que muchos ministros. Cuando no es la Declaración Universal de los Derechos del Simio es el estreno del teléfono del maltratador o el pacifismo de la ministra de Defensa o la planetarización de Leire Pajín. Yo recuerdo que las legislaturas de Felipe y de Aznar tuvieron períodos inmensos de sequía en los que no había un buen tema sobre el que escribir y hacer escarnio, ni una puñetera Alianza de Civilizaciones ni un miserable Ministerio de la Igualdad que llevarte a la boca. Pero desde que llegó este hombre a La Moncloa esto ha sido jauja. El Zerolo hablando de los orgasmos que le proporcionan Zapatero y su marido; Bibiana asegurando que los fetos de las españolas no son humanos; la Cuervo bautizando al niño en el Consistorio madrileño… La gente no lo sabe valorar porque es muy ingrata, pero estamos viviendo una época inolvidable.
Uno, que sí sabe reconocer todos estos avances sociales sin precedentes, ya anda haciendo gestiones para que le bauticen civilmente Bardem y su madre en el Ayuntamiento de Lepe. Costará, pero conozco mis derechos y pago mis impuestos. No pueden negarse. Uno está dispuesto a dar más ideas para distraer al personal y cumplir con lo que la propaganda goebbelsiana llamaba «Principio de Transposición»: «Si no puedes negar las malas noticias inventa otras que las distraigan». Uno está sinceramente preocupado por el Gobierno. Ve que pasan los días y que no se le ocurre otra estupidez. Uno cree que la gran solución económica sería la Extremaunción Civil, que puede consistir, por ejemplo, en que te vengan, cuando te estás muriendo Pepiño Blanco y la Cuervo abuela con su minifalda de «La la lá» a leerte las memorias de Azaña o el Libro Rojo de Mao para que te largues al otro barrio con la edificante sensación de que eres un rojazo de muerte. ¿Por qué no va a haber una Extremaunción Civil si ya hay bautizos y primeras comuniones civiles que muchos padres ateos montan a sus hijos para que no tengan envidia de sus amiguitos católicos?
Después de la Navidad laica y de la «Excomunión Aconfesional» dictada por el Congreso de Diputados contra el Papa, la Extremaunción Civil es lo que España necesita para olvidar la crisis hasta que lleguen las vacaciones de verano y otro debate de gran calado ideológico como la falta de chiringuitos playeros; para que, mientras tanto, nos cierren Garoña y nos encontremos en septiembre con la consiguiente subida de la luz. Ya puedo imaginarme los pronunciamientos, las manifestaciones a favor y en contra, la derecha –tan lista como siempre– entrando al trapo; al pobre Rajoy teniendo que condenarla para que no digan que ha perdido los principios. Ya me imagino a Celia Villalobos votando a favor. Quizá acabemos todos en este país en el paro, arruinados, durmiendo bajo los puentes o cogiendo chiribitas por el campo. Pero, ¿y lo que nos hemos reído?
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