.
(La Razón).- El Zoo de Madrid quiere traer a España al pulpo Paul, el bicho que adivinó todos los resultados de «La Roja», pero yo no creo que ésa sea una buena idea. En España los profetas que aciertan no están bien pagados ni bien vistos.
No interesan. Rajoy anda hoy por la mayoría absoluta, pero le ha costado Dios y ayuda quitarse el sambenito de antipatriota y de político poco ilusionante por anunciar la crisis. En España no hay amor por el futuro y por eso se ha votado a quien gastaba la pasta pública como si no hubiera un mañana.
Paul no cae bien porque ha acertado sino porque hemos ganado. En España -como en la Grecia antigua y en la de ahora– los profetas están condenados a la maldición de Casandra: a acertar lo que va a pasar pero a que nadie les crea. Y no sólo eso sino que llega Raúl del Pozo y, como hizo hace poco, les llama «casandras gilipollas».
Yo es que me imagino al pobre Paul en este contexto y creo que lo pasaría bastante mal el hombre. Un pulpo redicho y además alemán cantándonos las verdades a los españoles acabaría en dos días de pulpo a la gallega. Sería para este país algo demasiado fuerte. Acabaría acusado de alta traición y de ser un agente doble de la Merkel. Acabaría siendo un pulpo mártir y encima gilipollas.
O –peor aún– acabaría intentando salvar el pellejo y traicionándose a sí mismo como el triste Solbes. No. No quiero ver cómo maleamos a un pobre cefalópodo, cómo le ponemos la cabeza como un bombo para que diga lo que queremos. ¡Alemania, aparta de Paul este cáliz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario