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lunes, 26 de julio de 2010

Iñaki Ezkerra: Elogio de los holandeses

Cuando veo jugar con la alegoría holandesa para criticar al vecino me vuelvo holandófilo


(Publicado en El Correo).- Ultimamente, en el mundo del deporte se está produciendo un fenómeno interesante. Ha pasado de la discusión técnica al debate ético. Y es que no otra cosa hay detrás de la mala fama que han cogido los holandeses por jugar sucio contra los españoles en el Mundial de fútbol, o detrás de la polémica que ha rodeado a los remordimientos de Contador en el Tour por no esperar a Schleck cuando se le salió la cadena de la bici y por sus posteriores gestos de arrepentida caballerosidad. Uno no entra en el sesudo dilema de si Contador debió contar hasta diez antes de seguir su camino (el famoso 'fair play' que invocan pedantemente los que van de ciclómanos por la vida), sino en lo saludable que resulta el simple hecho de que alguien tenga escrúpulos morales y mala conciencia por algo en una época tan dura y destemplada como ésta, en la que la crisis les da a muchos la coartada para ser más guarros y más bestias que de costumbre. Uno valora el hecho de que jugar al fútbol tan suciamente como lo hizo le haya salido tan caro a Holanda, hasta convertirse en un referente arquetípico del mal estilo, el mal café y el mal rollito. Eso sí que es leyenda negra, y no la que tiene el duque de Alba por las tierras de Flandes.

Dicho todo esto, uno se sorprende también y a la vez de que todos los canallas del orbe que conoce se sientan con autoridad moral para delatar el juego holandés en la política, en el trabajo, en la amistad, en la vida. Uno está siguiendo una tertulia televisiva sobre el debate del estado de la nación y de repente oye criticar «el juego holandés, tramposo y marrullero de los socialistas» a la periodista más marrullera y tramposa que ha existido, existe y existirá jamás, a la cual los pobres holandeses no le llegan en suciedad lúdica ni a la suela del taconcito. Con los holandeses pasa como con el infierno de Sartre: «El infierno son los demás»; 'los holandeses' son los otros. Con los holandeses lo que hay que hacer honestamente es justo lo contrario: mirarnos en un espejo y reconocer al holandés errante que todos llevamos dentro.

La verdad es que cuando veo a cierta peña guarrona jugar con la alegoría holandesa para criticar al vecino me vuelvo holandófilo de pronto. A fin de cuentas ellos jugaron feo pero a la vista de todos. Lo peor es lo que yo he conocido toda la vida en España: la zancadillita, la patadita, el empujoncito, el penaltito, sin cámaras ni luces ni taquígrafos; la puñaladita y la cara de santurrón del apuñalador y el hipocritón «ay, perdona, no me he dado cuenta de que te estaba apuñalando el hígado». Frente a esa escuela, que ha sido la de la política vasca durante décadas y que hoy es la de toda la política española, me quedo con los holandeses. Sí. Creo que voy a hacerme hincha del Holanda a partir de ahora y a lucir la camiseta naranja en Facebook.

Iñaki Ezkerra

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