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(La Razón).- Había el peligro de que el mundo de ETA condenara cínicamente el terrorismo para burlar la barrera de las municipales. Había el peligro de que ETA condenara a la propia ETA y de que tal operación de hipocresía pareciera la prueba del algodón democrático. Pero estamos de enhorabuena porque, pese a lo desarmada que hoy está nuestra clase política, el mundo etarra carece de la capacidad de reflejos, la malicia y el sentido pragmático que pudieran llevarle a esa condena formal y utilitaria de la violencia.
Nuestros terroristas son tan terroristas que no pueden renegar del terrorismo ni retóricamente. Y su entorno, en el que se halla el sindicato LAB, está tan crecido que tampoco ve la necesidad de esa clase de «excesos verbales». «¿Para qué vamos a condenar los crímenes de ETA si se conforman con mucho menos, o sea, con una condena-trampa que consiste en abogar por la vía política?», se preguntan los coleguis de Díaz Usabiaga, el de la madre que lo parió. Si esa pregunta se la está haciendo un sindicato de ETA, ¿qué no dirá la llamada ETA militar?
Creen que son listos y son más malos que el sebo. Creen que son rápidos y son más lentos que el caballo del malo. Pero ¿quién los ha hecho tan engreídos?
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