Una vez finalizada la cumbre del G-20 (o 21, o 22), nuestro amigo Iñaki Ezkerra ironiza sobre la no asistencia del lendakari Ibarretxe.
Nos hemos perdido de saber cómo habría arreglado él la crisis mundial: ¿nombrando embajadores vascos, como hace Carod-Rovira con los suyos? ¿con una inmersión en euskera a la banca internacional? ¿con impuestos revolucionarios, gestionados por la mafia etarra?
Bueno, la verdad es que es mejor que no haya ido, aunque ZP tampoco es que haya logrado mucho en su lucha contra la crisis económica internacional. Ninguno de los dos parece capaz de resolver por sí solo los problemas de su entorno más directo, y en eso coinciden ambos.
Quizás la solución a la crisis no sea de este mundo...
'Ibarretxe en Washington'
Ibarretxe no ha querido ir a la cumbre de Washington porque es un tipo íntegro y un verdadero rojo. Sé bien de los esfuerzos que ha hecho la diplomacia norteamericana para convencerle de que tenía que estar allí (casi tantos como la española para meterle con calzador a Zapatero), pero él no se ha doblegado. Me consta que el mismo George Bush le llamó en persona al móvil de Ajuria Enea y que comunicaba todo el rato. Aquí no perdonamos la guerra de Irak y no se traga con el capitalismo. ¿Es que no se ha enterado ese tal Bush de que Madrazo está en el Gobierno Vasco y de que gracias a él nos hemos cargado a base de enchufes el sistema de libre mercado?
En realidad por ahí iba el interés que tenían los Estados Unidos y el G-20 y el G-8 y todos los países y las ges que han asistido a esa Cumbre de que Ibarretxe fuera a soltar unas palabritas. Si se habían reunido allí para resolver una crisis económica internacional, era lógico que quisieran conocer el secreto de un hombre al que ninguna crisis de ninguna clase le afecta, ni económica ni vocacional, ni religiosa ni nerviosa. Los mandatarios de las grandes potencias y los economistas de todo el mundo querían saber cómo en un lugar que tiene problemas hasta con el nombre (según los papeles estamos en Euskadi, pero según los futbolistas estamos en Euskal Herria) y que aguanta cuarenta años de terrorismo, una reconversión industrial y una desbandada empresarial sin precedentes no se ha notado ninguna crisis económica. Los de la Cumbre querían saber cómo un país puede ir viento en popa teniendo cientos de amenazados y miles de extosionados y doscientos mil exiliados y un lehendakari que se ha hecho un plan específico para largarse de la nación que le cobija con su respectivo Ministerio de Fomento. Querían saber, sí, cómo ese extraño gobernante que se ha pasado todos sus mandatos maquinando referendos y desafíos al sistema no ha encargado en cambio jamás un estudio económico sobre las pérdidas que producía esa singular situación o sobre cómo superarlas con otras ganancias. Esto es un enigma para todos los expertos en economía internacional, como lo es para los políticos la receta peneuvista de cómo bajar la renta per cápita de una sociedad y que la gente te siga votando encantada. Y de la misma forma que cuando hay una epidemia provocada por un desconocido virus se hacen experimentos con las especies animales que no se ven afectadas para estudiar sus sistemas inmunológicos e intentar reproducirlos en los seres humanos, los expertos en economía y los señores de la Tierra tratan de analizar detenedidamente el caso vasco y ver si quizá la solución está en un señor raro de Llodio.
En realidad por ahí iba el interés que tenían los Estados Unidos y el G-20 y el G-8 y todos los países y las ges que han asistido a esa Cumbre de que Ibarretxe fuera a soltar unas palabritas. Si se habían reunido allí para resolver una crisis económica internacional, era lógico que quisieran conocer el secreto de un hombre al que ninguna crisis de ninguna clase le afecta, ni económica ni vocacional, ni religiosa ni nerviosa. Los mandatarios de las grandes potencias y los economistas de todo el mundo querían saber cómo en un lugar que tiene problemas hasta con el nombre (según los papeles estamos en Euskadi, pero según los futbolistas estamos en Euskal Herria) y que aguanta cuarenta años de terrorismo, una reconversión industrial y una desbandada empresarial sin precedentes no se ha notado ninguna crisis económica. Los de la Cumbre querían saber cómo un país puede ir viento en popa teniendo cientos de amenazados y miles de extosionados y doscientos mil exiliados y un lehendakari que se ha hecho un plan específico para largarse de la nación que le cobija con su respectivo Ministerio de Fomento. Querían saber, sí, cómo ese extraño gobernante que se ha pasado todos sus mandatos maquinando referendos y desafíos al sistema no ha encargado en cambio jamás un estudio económico sobre las pérdidas que producía esa singular situación o sobre cómo superarlas con otras ganancias. Esto es un enigma para todos los expertos en economía internacional, como lo es para los políticos la receta peneuvista de cómo bajar la renta per cápita de una sociedad y que la gente te siga votando encantada. Y de la misma forma que cuando hay una epidemia provocada por un desconocido virus se hacen experimentos con las especies animales que no se ven afectadas para estudiar sus sistemas inmunológicos e intentar reproducirlos en los seres humanos, los expertos en economía y los señores de la Tierra tratan de analizar detenedidamente el caso vasco y ver si quizá la solución está en un señor raro de Llodio.
Publicado en EL CORREO, el lunes 17-11-08
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