Un amigo me dijo la semana pasada si quería entradas gratis para ver 'El desafío de Ibarretxe 3', que la daban el viernes en el Parlamento vasco, y le contesté que no, que ya la había visto. Para los cineastas ha sido siempre un gran riesgo hacer una segunda y una tercera parte de una película que ha tenido mucho éxito. Es realmente difícil seguir manteniendo el interés sobre un tema ya trillado. Aunque la primera parte haya estado muy bien y haya podido tener un gran éxito de crítica y público, la segunda puede aburrir y decepcionar por esa misma razón, porque la comparación es inevitable, porque hay que tener la suficiente habilidad para introducir nuevos elementos, nuevos planteamientos argumentales y personajes nuevos que renueven la serie y que hagan soportables los que se reeditan, no un solo personaje que repita una y otra vez el mismo argumento exactamente en el mismo escenario y con el mismo desenlace tedioso como es el caso ante el que estamos.
«Si lo bueno breve, dos veces bueno», decía Góngora. Y el refranero supo poner la puntilla a esa inapelable refutación de lo largo, de lo tautológico, de lo repetitivo: «Segundas partes nunca fueron buenas». A todo lo cual sólo queda añadir el magistral y botánico consejo de Juan Ramón Jiménez: «No la toques más, que así es la rosa». A uno es que con los desafíos de Ibarretxe le pasa como con los programas sobre ovnis que daban en la tele del doctor Jiménez del Oso. El hombre quería mantener tanto la tensión durante tanto tiempo con aquel cavernoso tono de voz que al final resultaba aburrido. No se puede mantener la atención, la intriga, el canguelo del espectador durante un par de horas ininterrumpidas. Hasta lo que te da miedo te acaba cansando. El terror, como el humor, no es infinitamente estirable. Con Lizarra la cosa no estuvo nada mal. Uno lo siguió con notable interés y verosímilmente aterrado. Ya luego el plan Ibarretxe resultó algo cansino. Uno quería sentir el mismo miedo que la primera vez, pero ya no era lo mismo. Y ahora viene esto, que en realidad no es más que reposición, una mezcla de retazos de películas anteriores.
Viene el referéndum como costumbre. Viene un señor que tiene la costumbre de convocar referendos como otros tienen la costumbre de tomar paella los domingos. Viene algo que aburre más que asusta. Y yo creo que ante el aburrimiento a lo único que de verdad nos podemos agarrar es al consejo juanramoniano: 'No lo toques más que así es el Estado Libre Asociado'.
Iñaki Ezkerra, en EL CORREO DIGITAL
Iñaki Ezkerra, en EL CORREO DIGITAL
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