Frases para ciudadanos:

"Todos hemos nacido iguales, y los derechos de cada individuo disminuyen cuando los derechos de uno solo se ven amenazados". (J.F. Kennedy).

"Nada hay más poderoso en el mundo que una idea a la que le ha llegado su tiempo". (Victor Hugo)

martes, 18 de mayo de 2010

Iñaki Ezkerra: 'Las lágrimas de Garzón'

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(El Correo).- Siempre que veo a un procesado desafiando a los jueces que han de juzgarle, pienso en lo importante, lo pedagógico, lo fundamental que será el momento en que se le bajen los humos, en que se escenifique el cumplimiento de la Justicia. Y es que ese cumplimiento a secas no basta. Es precisa su escenificación de la misma manera que el desafiante ha hecho lo posible para escenificar su desafío. Las lágrimas de Garzón son, de este modo, terapéuticamente democráticas porque son la mínima respuesta que debía recibir la insolencia con la que le hemos visto a este hombre torear al Estado de derecho, reírse de él, chulearle, buscar triquiñuelas legales para esquivar y dificultar y dilatar la labor del juez Varela. Aquí es que se ha llegado a linchar pública y moralmente a Varela, aparte de negarle su ideología y biografía progresistas en una operación de estalinismo puro. Aquí es que las lágrimas de Garzón se quedan cortitas. Aquí han dicho cosas políticos, ministros, sindicalistas, periodistas, actores y jubilados de la judicatura que son de juzgado de guardia. Aquí se ha hecho una campaña por la que en cualquier país de la UE ya se estarían buscando consecuencias penales tanto para quien la ha llevado a cabo como para quien la ha inspirado. Aquí ha habido un alarde, una fiesta, una orgía de impunidad por la que no se van a dirimir nunca responsabilidades para nuestra desgracia pues se acaba de sentar un inquietante precedente. Aquí ha habido hasta quien ha celebrado «la habilidad» y la «inteligencia» de Garzón para chotearse del Supremo.

Es importante, necesario, esencial que quien se ha burlado de la Justicia, quien ha hecho ostentación de impunidad en esa burla, quien se creía que iba a quedar impune, se tope de frente con la Justicia. No estoy hablando de quien que se limita a defender su inocencia. Se puede defender la inocencia propia o ajena respetando al juez que valorará esa defensa. Y ese respeto es básico, imprescindible, elemental, porque gracias a la autoridad que le hace merecedor de él será también respetada la sentencia que pueda ratificar esa inocencia. El que es injustamente acusado debe ser también el primer interesado en que nadie desautorice y cuestione a quien le juzga porque ésa será la garantía de que nadie cuestionará y desautorizará la sanción que lo declare inocente.

Siempre me ha llamado la atención el espectacular cambio que se produce en las caras de quienes desafían a los jueces cuando estos últimos dan los primeros pasos en la aplicación de la Ley. De repente quien parecía que se iba a comer el mundo y a los tribunales dentro del mundo suelta unas increíbles lágrimas de cocodrilo. En esas lágrimas está el alma de la Justicia, no en las bravatas de quien se considera por encima de ésta. Realmente, nunca antes estuvo un juez tan cerca de aquello que su oficio persigue y castiga.

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