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Independientemente de la enconada discusión política que le rodea y de sus propios contenidos, el Estatut está viciado de origen de unos simples defectos de forma en los que abunda desdichadamente este nuevo y erróneo paso del Gobierno.
No es ya que el Estatut se haya saltado todos los seguros previstos en la Constitución. No es ya que el último seguro que quedaba –el fallo del Constitucional– sea hoy un tema de chiste y la expresión máxima de la inseguridad. Es que Rodríguez Zapatero ha actuado y sigue actuando con esta cuestión como si el Estado fuera el yate de su padre. Es que está haciendo deportivos y ofensivos alardes de temeridad con el timón nacional.
Aquí ya sólo le falta prometer que la propia Constitución va a reformarse tomando el Estatut como modelo.
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